jueves, 17 de julio de 2014

SI DALÍ LEVANTARA LA CABEZA..

El Rey padre, me refiero a Juan Carlos, cuando aún no era el Rey padre, sino el Rey a secas, hablando con Susana Díaz (¡¡¡¡¿¿¿¿) para intentar convencerla de que lidere el PSOE y aboge por la unidad de España (¿¿¿???). Susana permitiéndose el lujo de declinar la invitación, no sólo regia, sino incluso popular, por encima del bien y del mal, jugando maquiavélicamente al ahora no, quizá mañana, me debo a Andalucía..., mientras coloca a su pupilo, el guaperas, para que se coma el marrón de limpiar un estercolero de partido y fracase en el intento claro, apareciendo ella a la postre como, ahora ya sin apelación, la única y definitiva salvadora de un partido y quien sabe si también de una España un poco rota y ajada.

Y que todo esto lo haga sin apenas hacer nada...eso si que es un misterio. ¿Cómo tiene que estar un partido, cómo tiene que estar una clase política, cómo tiene que estar una ciudadanía, para que esta niña, sin hacer nada, con tan sólo cuatro frasesitas aprendidas que cualquiera podría decir, se haya metido en el bolsillo a tanta gente?.

Surrealismo, puro surrealismo. Al margen de otras muchas consideraciones, la política española, y no digamos la andaluza, es surrealista. Sería toda una inspiración para Dalí.

Mientras tanto, aquí en Andalucía, la tierra de la niña, las cosas no siguen igual desde que ella llegó, no. Siguen peor. No puedo evitar una cierta perplejidad cuando oigo o leo a compañeros críticos con la realidad política de Andalucía achacar a la Presidenta que haya faltado a su palabra de luchar contra la corrupción...es que ¿de verdad alguien mínimamente informado pensó por un momento que algo así iba a suceder?.

Mientras vemos como danza la niña y otros muchos en el cada vez más zafio y aburrido escaparate político lo cierto es que, aquí en la administración de la Junta de Andalucía, se está cumpliendo poco a poco, gota a gota, un siniestro plan de desfuncionarización-desprofesionalización de la administración, de despojo de ésta, de involución hacia una organización desviada de sus auténticos fines. Y es que ahora resulta que sobramos los que nos hemos ganado en unas oposiciones el derecho a tener un puesto de trabajo en “lo público”. Ahora lo que se lleva es ser “enchufado”, sin oposiciones y sin más mérito que ser de los partidos del Régimen o de los sindicatos del Régimen o familiar o cercano a alguien con influencias en el Régimen. Ahora lo que se lleva es permitir que una empresa, llámese Agencia, Empresa Pública, Fundación, Consorcio, se haga cargo de lo que debe hacer una Administración Pública. Esta gente que ahora capitanea la sabionda de Triana está consumando su idea de una administración absolutamente partidista y clientelar. ¿Que para qué?, pues ¡para acabar con la corrupción!. Surrealista. Todo muy surrealista. Y nadie, nadie, salvo un puñado contadísimo de funcionarios, hace nada por remediarlo. Surrealista.

Languidece el tiempo en Andalucía



 que de la nada ve surgir a la nueva diosa Susana,


entre la corrupción y la miseria bailando,



la oportunidad de la rapiña afianzando,



y una vampírica administración paralela sosteniendo,



mientras sigue el tiempo languideciendo.



Aquí, en la muy surrealista Andalucía.

miércoles, 9 de julio de 2014



COMO LOS NIÑOS


Los niños, cuando no quieren ver algo, cuando de repente la realidad les pone por delante algo no agradable, por una infinidad de posibles y subjetivos motivos, sencillamente cierran los ojos. Lo que no veo no existe, parecen decir con ello. Pero aún más, incluso cuando lo que pretenden negar de la realidad no es una cosa cualquiera de ésta, sino su propia persona, también recurren a la misma práctica. Es decir, cuando ellos mismos pretenden pasar desapercibidos, sin ser vistos por los demás, ¿que hacen?, pues lo mismo, cerrar los ojos. Si yo no veo al mundo, incluido yo mismo en él, tampoco los otros podrán verlo. Ni verme.

Esta negación mágica de la realidad, tan simpática en los niños, se hace antipática e insultante en los adultos, en los que ya no se trata de un natural mecanismo de defensa para enfrentarse a un mundo nuevo y aveces hostil, sino de lo que normalmente se conoce como “cinismo”, o más vulgarmente “cara dura”. Y si hablamos de adultos-políticos ese cinismo tiende a convertirse en algo así como una segunda piel, transformación evolutiva producida no tanto por mutación genética natural como por adaptación al ambiente sociopolítico militante, que logra su máxima y más cumplida expresión en el adulto-político-mangaluz. Este ejemplar de ser humano, que habita nuestra tierra andaluza, ha conseguido elevar aquel apelativo a la categoría de arte. Me imagino la siguiente escena, digna tal vez de una preformance de vanguardia:

Larga pasarela con alfombra roja central, elevada sobre la superficie de una gran sala que divide en dos, entre la que se reparte el público, admirativo y aplaudidor de un lado y reprochador y despreciativo del otro, aunque mayoritariamente indiferente a ambos lados. De repente comienza el desfile: Uno a uno van desfilando políticos del PSOE y de IU, pasados y presentes, miembros de gobiernos anteriores y del actual, también algún que otro sindicalista, entre algunos vítores de un lado de la bancada y abucheos desde el contrario, si bien con el predominio del silencio en ambos lados. La alfombra por la que desfilan, al principio de un rojo claro y limpio, va perdiendo poco a poco su color, su limpieza y pulcritud, hasta convertirse en un descolorido y sucio camino lleno de toda clase de inmundicias. Desfilan la plana mayor del Gobierno actual con Susana de Triana a la cabeza, seguida de Diego Corrientes, digo Valderas, y del resto de altos cargos, pero también Pepe Griñán, Carmencita Aguayo o viejas glorias como Pepe de la Borbolla, el mago Gaspar Zarrías, Chaves el Cabezón, etc, y así hasta completar una lista interminable de señores y señoras incluidos en la órbita del poder mangaluz. En las paredes laterales de la sala enormes pantallas de plasma reproducen diversas escenas alusivas a la corrupción política y económica, desde los inicios de la autonomía en Andalucía. No las reproducimos aquí para no herir la sensibilidad del desocupado y desprevenido lector.

Los “desfilantes” miran hacia el frente, al fondo de la sala, en donde una gran urna de cristal que cuelga del techo se balancea a mitad de camino entre éste y el suelo. Por momentos miran hacia las escenas reproducidas en las paredes, pero rápidamente se vuelven hacia la urna sin perder el gesto. Entonces ocurre lo extraordinario, lo inaudíto, lo increible. De repente, uno a uno, a mitad de su actuación por la pasarela, se detienen unos segundos volviéndose hacia el desprevenido público de uno y otro lado, dirigiéndose a ellos desde la superior altura de la pasarela, con estas invariables palabras: “Ya veis que nada de esto es verdad, pues yo sigo desfilando como si nada, sin que nada de lo que veis reflejado en las paredes me afecte. ¿Que mayor prueba de la falsedad de esas imágenes queréis?”.




jueves, 3 de julio de 2014

HUMANO, DEMASIADO HUMANO

No se trata de Nietzsche, sino de Horrach, el fiscal anticorrupción. Yo estaba acostumbrado a verlo en televisión criticando al Juez Castro, con un semblante serio pero con una ligera sonrisa como de seguridad y ecuanimidad, por momentos pareciendo como la parte rigurosa y objetiva del dúo fiscal-juez, que en el imaginario de la gente podría estirarse en diversas composiciones duales como el Juez-Pueblo soberano contra el Fiscal-Estado, o el Fiscal protector de Infantas contra el Juez azote de la realeza, etc.., cuando de pronto le veo un no se qué en los ojos, en la expresión, tras haber sido, al parecer, ligeramente cuestionado por el Consejo General del Poder Judicial ( de esto no estoy muy seguro pero sigamos), cuando éste ha venido a decir que hay que ser respetuoso con las decisiones judiciales y demás.. Entonces el fiscal Horrach, antes seguro y sólido, parece haber sido "tocado" cuando ha venido a decir que le parece muy bien lo del respeto, pero que siempre y cuando sea para todos, incluido él, evidentemente, dejando asomar una cierta...vulnerabilidad. En pocas palabras, ha tomado un poco de su propia medicina, de la que él ha estado sumistrando al Juez.

No se quien lleva razón en lo de la Infanta, pero lo que si sé es que las declaraciones del fiscal descalificando y dando pávulo a la idea de que el Juez no está siendo ecuánime con aquella, que la está de alguna manera "persiguiendo", suponen una falta de respeto no sólo al Juez sino al Estado de Derecho, es decir a todos nosotros. El fiscal debe permanecer calladito, sin hacer declaraciones públicas. Si le ponen el micrófono por delante pues que no conteste, o que conteste otra cosa, como por ejemplo que ya se pronunciará mediante los instrumentos jurídicos propios de su oficio. Luego viene el tonto de Rajoy diciendo que está plenamente convencido de la inocencia de la Infanta, etc...El hábil y ladino Roca será el que cobrará los honorarios por la defensa jurídica de la Infanta, pero desde luego no es el único abogado que tiene ésta.

Hace poco otro tonto, esta vez mas cercano a nosotros, los andaluces, el Presidente del Consejo Consultivo de Andalucía ha dicho que el cree que el caso de los ERE de Andalucía terminará disolviéndose como una azucarillo, o algo así....Sobran comentarios.

Uno y otro son ejemplos de patadas al Estado de Derecho. Por parte de los mismos a los que se les llena la boca con todo eso de la independencia de los jueces, de la imparcialidad de las instituciones públicas, etc.. Resulta inaudito que aquellos mismos que ocupan una posición de preeminencia en dicho Estado de Derecho sean los primeros en ningunearlo cuando la ocasión pueda resultar desfavorable para según qué personas. ¿Alguién se imagina al fiscal de un caso cualquiera de robo, o de cualquier otro delito imaginable, hacer declaraciones públicas arremetiendo contra el Juez instructor de la causa?. ¿Alguien se imagina al mismísimo Presidente sacar la cara en televisión por un delicuente común y decir aquello de "estoy convencido de la inocencia..." o "los jueces tendrán la última palabra pero yo estoy en condiciones de afirmar que no fue Manuel el de las Tres mil el que asaltó la farmacia".

Claro, así resulta muy difícil creer en eso de "la Justicia es igual para todos". En fin, la conclusión que podemos sacar de todo esto es que en un Estado de Derecho, como en "teoría" es el nuestro, nadie puede estar por encima de la Ley. Esto que parece tan obvio, y que resulta muy sencillo de decir y entender, parece chocar una y otra vez con serios obstáculos a la hora de llevarlo a la práctica cotidiana. Buen ejemplo de ello lo tenemos en la administración de la Junta de Andalucía, que ha construido un tinglado para sobrevolar el límite de la ley, traspasándolo en no pocas ocasiones.

Sin embargo, esta dificultad de realización, de plasmación en la realidad, es una dificultad selectiva: para aquel que es desahuciado de su vivienda por un proceso de ejecución hipotecaria el Estado de Derecho aparece como algo que hay que respetar y que se impone de manera impersonal, es decir, independientemente de la voluntad de banqueros, jueces, notarios, policías, etc..y no digamos de la del propio afectado. Se trata de una maquinaria inapelable e ineludible. Sin embargo en otros casos...

Hasta que no haya ningún caso en el que la condición y voluntad de las personas prevalezca sobre la ley no estaremos en un auténtico Estado de Derecho. Y si comenzamos este breve e inútil escrito mencionando a Nietzsche, ahora pegaría más recordar a Darwin y terminar con alguna que otra pregunta: ¿alguien tiene alguna idea de cuánto tiempo falta para que hombres y mujeres consientan en dejar de trampearse los unos a los otros?, ¿será esto equiparable al paso del primate al homínido?, ¿tanto tendremos que esperar?, ¿habrá alguien aquí para cuando termine el recorrido evolutivo de la primacía del Derecho en las relaciones sociales y políticas?. Algunos pensamos que aquí entre nosotros, particularmente en Andalucía, se están dando pasos en la dirección contraria, es decir, que no estamos evolucionando sino involucionando, con el agravante de que pretenden hacerlo pasar por una estupenda modernización.

En este sentido, y sin ánimo de ofender a nadie, no puedo evitar preguntarme si no es algo más que mera coincidencia el inquietante parecido entre cierto Consejero del Cortijo andaluz y la imagen de una conocida marca de anís.